Una Pareja Vestidos de Boda:
rescate y misterio
Era de noche y había caído una de esas lluvias de verano que duran poco pero que mojan. Los dos estaban bastante mojados y había sido solo mientras corrían hacia el coche. A pesar de todo se sentían bien, sentados en el coche, vestidos de boda y empapados. Se miraron y echaron a reír. Cuando las risas ya se habían calmado y todavía con una sonrisa en la boca ella encendió el motor del coche y salió de allí a toda velocidad, aunque antes de alejarse de la mansión llena de luz y música miró por el retrovisor para asegurarse de que nadie les seguía.
El la observaba. Era una mujer atractiva, pero ahora que llevaba un vestido ya sugerente y pegado al cuerpo con el agua la verdad es que no podía quitarle los ojos de encima. Pero sabía que había cosas más importantes que hacer, aunque al volver a mirarla le entraban dudas de esas prioridades.
“Gracias.” le dijo. “Tu también estás muy sexy, pero tienes razón. Tenemos otras prioridades.”. Él se revolvió en su asiento y miró a la carretera. Sabía que ella podía hacer esas cosas, después de todo era la razón porque estaban en esa situación, pero le ponía muy nervioso. ¿Realmente era capaz de oír todo lo que pensaba?
“Sí.” Dijo ella, mientras indicaba a la izquierda y aceleraba en el carril de acceso a la autopista. “Es muy aburrido, sabes. Casi todo el mundo piensa lo mismo y la mayor parte del tiempo son cosas sin la más mínima importancia.”. Bajó un poco la velocidad al acercarse a un camión mientras un deportivo les adelantaba. Dejó que se alejara antes de cambiar de carril y adelantar al camión.
“Aunque hay veces, como hoy, que viene bien.”.
Unos kilómetros más adelante salieron de la autopista, dirección a un pequeño pueblo costero que seguro estaba lleno de turistas, la mayoría vascos o madrileños. Siempre le había parecido una combinación interesante de personas. Con tanta gente cruzando por todas partes y coches con conductores muy relajados, tardaron en cruzar el pueblo. Después siguieron unos kilómetros más hasta encontrar una pequeña carretera que salía hacia la izquierda sin ninguna señal indicando el destino. Iba a a preguntarle si estaba segura, pero antes de hacerlo ya le había respondido. Era algo realmente inquietante, tanto que ya había olvidado que la encontraba atractiva. Ella no reaccionó. Estaba concentrada buscando algo en la oscuridad de la carretera.
“Es aquí.” dijo. Detuvo el coche, se bajó y se acerco a una vieja verja que aparte de un alambre que la sujetaba, no tenía candado ni cerradura. Soltó el alambre y la abrió. Volvió al coche, lo puso en marcha y entró por el pequeño camino. Él bajó un poco la ventanilla, el olor a humedad y hierba mojada invadió sus sentidos. Además del sonido de los neumáticos en la hierba, podía oír todo tipo de ruidos. Gotas que caían de los arboles, algún ratón asustado en los matorrales de la orilla, un murciélago que salía a cazar y una niña que lloraba a lo lejos. Por primera vez en todo viaje habló en voz alta.
“Está aquí.”
“Vale. El sitio es igual que en sus recuerdos.”
El pequeño camino se abría al acercarse a una pequeña casa de piedra de dos plantas. Ella paró el coche pero dejó las luces encendidas, se bajaron y se detuvieron en silencio frente a la casa. Después de un rato decidió que solo podía oír a la niña llorar. Estaba sola. Se giro para mirar a su compañera, que asintió con la cabeza. Decidido se acercó a la puerta dispuesto a darle una patada en la cerradura. Después de todo tenía pinta de ser vieja y estar apolillada. Pero ella le cogió del brazo y le detuvo. Caminó hacia la esquina de la casa y bajo una maceta donde una triste planta de geranios trataba de sobrevivir, encontró una llave. Abrió la puerta con seguridad y entró. Giro a la derecha y encendió la luz de un cuarto que resultó ser la cocina, se dirigió a un armario y abrió las puertas. Estaba vacío. Quitó una balda de en medio, y empujo el fondo que cedió ante la presión y se abrió como una puerta. El sitio era solo un poco más grande que el armario, en él había una niña de unos nueve años atada y amordazada que los miraba aterrorizada. Él a pesar de que ella le había dicho lo que encontrarían, no supo reaccionar. Se quedó de pie mirando a esa niña sin poder moverse. De repente todo lo que le había contado se hacia real.
Ella se acercó, y poniéndose de cuclillas a su lado le habló.
“No te preocupes. No estamos con él.” Sonriendo mientras miraba como quitar las ataduras. “Ese de allí se llama Jon y puede oír hasta los más pequeños ruidos. Yo me llamo Sara y sé lo que piensa la gente.”. Logró quitarle las ataduras y después la mordaza. La niña ya algo más tranquila les miraba.
“¿Sois superheroes? Les preguntó.
“No. Somos un poco raros, pero nada más.” Cogiéndole de la mano, le ayudó a levantarse, y le sacó del aquel agujero. La niña se cubrió los ojos al salir al exterior y encontrase con las luces del coche. Se detuvo antes de llegar al vehículo y volvió a mirarles, sobre todo a ella.
“Es que estábamos en una boda, cuando pude oír los pensamientos de Pablo. Es el hombre que te tenía aquí. Y como poco antes me había dado cuenta que Jon también era algo raro como yo, le pregunté si quería participar en un rescate. El tuyo. Y gracias. Yo también creo que tú eres muy valiente.”.
La niña abrió los ojos, casi asustada. Una pequeña carcajada se le escapó a él. “Es que esa es la misma cara que puse yo cuando me di cuenta que realmente puede leer pensamientos.”. Le dijo. La niña le sonrió pero al oír un ruido en los matorrales se giró asustada. “No hay nadie allí, excepto un ratoncillo. No te preocupes.”.
“Venga Marta. Te vamos a llevar con tu madre.”. Ella miró a la niña y le dijo, “El hombre que te tenía aquí sabía tu nombre, cual era tu cole y donde vivías. Es algo que debes contar a tu madre y a la policía. Toma aquí he apuntado la dirección de esta casa y el nombre del hombre que te tenía secuestrada.”. La abrazo y la llevó al coche. Salieron de ese sitio, se alejaron de aquel pueblo costero lleno de turistas, cogieron la autopista, y se dirigieron a la ciudad. Después de un rato llegaron a un barrio de las afueras.
“¡Mira, Es mi madre!”, Grito Marta mientras nos acercábamos a un edificio de pisos. Antes de llegar, ella detuvo el coche y Marta se bajo y corrió hacia su madre. Sin dar tiempo a nada pero con tranquilidad, nos alejamos de allí.
Aunque ella ya sabía lo que le iba a preguntar, lo dije en voz alta. “¿Por qué no le diste nuestros verdaderos nombres?”. En un Stop, miró a la izquierda y a la derecha y cruzamos. “Porque la policía no se va a creer que tu tienes oído de superheroe, y menos que yo pueda oír los pensamientos de la gente. Solo espero que crean a Marta. Por lo menos sé que él no tuvo tiempo de hacerle daño.”.
Después de un rato le entró una duda y la miró. Ella sonriendo le contestó, “Dolores.”. y le preguntó “¿Te importa que pasemos por mi casa, me cambio de ropa y te invito a una caña?”. “Genial”, le contestó él. “Y algo de comer, que me muero de hambre. Me sacaste de la boda antes del banquete.”.
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¡Gracias!
Alejandro.
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