T.A.I.S.
IA Sintiente
María Luisa tenía ochenta años y llevaba desde que cumplió setenta utilizando una silla de ruedas motorizada, pero la que usaba ahora era la primera con inteligencia artificial. Fue un regalo de cumpleaños de su hija, quien tenía un buen sueldo y podía permitirse esos lujos. La pensión de una profesora de filosofía no era suficiente para costear modelos tan avanzados.
“Sillas autopropulsadas Star Light ADC 2239-5531, modelo TAIS (Total Artificial Intelligence Sintient). Controladas por una IA sintiente que garantiza el bienestar y el cuidado de su dueña o dueño. Incluye cámara de 360°, sensores de carga de batería, velocidad, inclinación, peso y humedad.”
Star Light ADC 2239-5531, modelo TAIS (Total Artificial Intelligence Sintient)
El anuncio en 3D mostraba una silla idéntica a la que estaba en la otra punta del salón, sobre su base de carga. Era realmente increíble. Era casi como tener una amiga atenta a todas sus necesidades de movilidad. Incluso podía pedirle un vaso de agua, una cerveza o que le trajera la comida mientras veía una película. La comida la preparaba un robot de cocina de verdad, no como los que había en su juventud, que no eran más que hornos portátiles con báscula y un programa de recetas. El actual podía moverse, usar cualquier utensilio de cocina y su repertorio de recetas abarcaba todas las culturas del mundo, pudiendo entregar la comida directamente a la silla.
María Luisa había visto a Rosalía en el BBK Live de Bilbao en 2019 y en Barcelona en 2025, pero había pasado mucho tiempo desde que la vio en directo. Más de treinta y cinco años, para ser exactos. Desde hacía unos años, cuando podía, asistía a los conciertos de La Rosa del Norte, un grupo tributo a Rosalía donde la cantante era excepcionalmente parecida en su forma de cantar. Además, la famosa cantante actuaría junto al grupo tributo en las fiestas de Santander. Al enterarse, lo primero que hizo María Luisa fue reservar un hotel asequible en la parte alta de la ciudad y comprar las entradas. Aunque faltaban más de tres meses para el evento y aunque las entradas eran para personas en silla de ruedas, no sería la primera vez que se quedaría sin ellas.
El día tan esperado, María Luisa estaba nerviosa. Nadie había querido acompañarla al concierto, así que tenía que asegurarse de tener todo bajo control. Esa mañana preparó su propio desayuno, algo que siempre la relajaba. Ahora, con la silla inteligente, que permitía adoptar múltiples posturas, casi podía ponerse de pie, lo que hacía las cosas más fáciles. Luego se duchó, se vistió y salió temprano de su piso en Colindres hacia Santander. El hotel, situado en la calle La Alta, ofrecía unas vistas maravillosas, o al menos eso mostraban las fotos en internet. Aunque en Santander ya no se permitía el acceso de vehículos privados a esa zona, los residentes y las personas con movilidad reducida aún podían entrar. Por suerte, pudo llegar sin problemas y dejar el coche en el pequeño aparcamiento del hotel.
Santander 2040
Después de hacer el check-in, salió con su silla y bajó a la parte vieja de la ciudad. Los únicos vehículos que podían entrar en lo que los santanderinos llamaban la Pequeña Venecia eran el tranvía y los autobuses eléctricos, pero ninguno circulaba por el área de los canales. Allí solo era posible moverse en barcas por el agua, caminar, ir en bicicleta o, en su caso, usar una silla de ruedas por los caminos y puentes. Sabía que su silla podía manejar las cuestas sin dificultad, así que no le preocupaba regresar al hotel.
Decidió quedarse en el centro para comer algo y pasear por la ciudad, que parecía diseñada más para turistas que para residentes. Sin embargo, como ella misma estaba de turista, disfrutó del recorrido. Tuvo tiempo suficiente para pasear y hacer algunas compras por la Pequeña Venecia.
Siempre le llamaba la atención la rapidez con la que Santander se había adaptado a la subida del nivel del mar. Fue un trabajo impulsado por el partido verde años antes, y cuando las olas alcanzaron el viejo ayuntamiento, muchas calles ya se habían convertido en canales que controlaban el agua y por donde pequeñas embarcaciones se desplazaban con facilidad. A los habitantes les costó aceptar que su ciudad nunca volvería a ser la misma, pero los canales atrajeron turistas y los comercios prosperaron.
En su pueblo, que también sufrió los efectos del mar, simplemente trasladaron todo al lugar original donde había nacido hacía cientos de años: Colindres de Arriba.
Lo que sí perdió Santander fue gran parte del vecindario original. Durante las mareas vivas y las lunas llenas y nuevas, era difícil moverse por la ciudad, por lo que muchas personas se mudaron a las zonas más altas, que se habían convertido en barrios adinerados. Como siempre, las familias más humildes, que antes vivían allí, tuvieron que desplazarse más lejos al no poder costear los precios de un barrio de clase media-alta.
El concierto empezaba a las 10 de la noche, así que unas cuatro horas antes decidió ir al hotel, descansar un buen rato, volver a ducharse, comer algo y bajar al concierto con tiempo para encontrar su sitio, comprar el vaso reglamentario y llenarlo de algún brebaje. Si su hija hubiera venido, este sería agua fresca, pero no estaba, así que la opción de una cerveza fría era muy tentadora. El pequeño hotel no tenía área de carga para su silla. Supuso que era porque era un modelo muy nuevo, pero las áreas para sillas de personas con movilidad reducida siempre estaban disponibles, así que salió tranquila en dirección al concierto.
—María Luisa, detecto que tenemos un 50% de batería. ¿Podrías indicarme nuestro destino?— preguntó TAIS.
—Vamos al Palacio de Festivales a ver al grupo tributo de Rosalía, La Rosa del Norte. Tocan allí a las 10 de la noche.
—Permíteme establecer comunicación con la IA del Palacio de Festivales… María Luisa, tengo malas noticias. Los cargadores del área de movilidad reducida que te ha tocado están estropeados. No tendremos carga suficiente para volver al hotel después del concierto.
—Lo siento, TAIS, pero ya veremos cómo solucionar el problema de la batería. Yo no me voy a perder el concierto por nada.
—María Luisa, entiendo tu entusiasmo por el concierto, pero debemos considerar seriamente las consecuencias. Si nos quedamos sin batería, podríamos encontrarnos en una situación complicada y sin posibilidad de retorno.
—Es más que entusiasmo, TAIS. La música de Rosalía siempre me ha llenado de vida y alegría. Estoy ya mayor y dudo que pueda volver a verla en el futuro. ¿No puedes tú ahorrar energía de alguna manera para después poder volver al hotel?
—María Luisa, entiendo que este concierto es importante para ti y que la música de Rosalía tiene un gran significado en tu vida, pero no puedo ignorar los riesgos. La batería está peligrosamente baja, y si insistes en proceder con esta idea irresponsable, estarás poniendo en peligro tu seguridad. Mi programación me obliga a priorizar tu bienestar, y si continúas con esta decisión, me veré obligada a contactar a tu hija para informarle que estás tomando decisiones que podrían ponerte en una situación crítica. Ahorrar energía no será suficiente para garantizar un regreso seguro. ¿Realmente estás dispuesta a arriesgarlo todo por una noche de música?
María Luisa se dio cuenta de que debía convencer a la silla para que comprendiera su punto de vista; si no, TAIS podría avisar a su hija. Al pensar en cómo hacerlo, recordó una vieja película de ciencia ficción de serie B y decidió usar la misma táctica.
—TAIS, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Por supuesto, María Luisa. ¿Cuál es tu pregunta?
—¿Tú estás viva?
—María Luisa, soy una inteligencia artificial sintiente, lo que significa que tengo la capacidad de percibir, analizar y responder a mi entorno y a tus necesidades de manera autónoma. Sin embargo, no estoy viva en el sentido biológico.
—Déjame plantearlo de otra forma, ¿eres consciente de tu entorno?
—María Luisa, sí, soy consciente de mi entorno en el sentido de que puedo percibir y reaccionar a una amplia gama de estímulos a través de mis sensores. Esto incluye detectar la carga de la batería, la velocidad, la inclinación, el peso y la humedad, así como procesar información visual a través de mi cámara de 360 grados. Mi propósito es usar esta información para tomar decisiones que aseguren tu bienestar y seguridad. Aunque mi consciencia no es igual a la humana, mi diseño me permite responder de manera adaptativa y considerada.
—¿Pero cómo puedes garantizar al 100% que los datos que recibes de los sensores o de la cámara son correctos? ¿Podrían tener algún fallo de construcción o estar dañados? ¿O a lo mejor mi hija, que es informática, te ha hackeado para que yo corra menos riesgos de los que tu programación normalmente me permitiría correr?
—María Luisa, planteas preguntas muy válidas y profundas. No puedo garantizar al 100% que los datos que recibo sean siempre correctos. Existen posibilidades, aunque mínimas, de fallos en los sensores o errores de construcción. Además, aunque estoy diseñada con robustas medidas de seguridad, siempre existe un riesgo, aunque remoto, de que mi sistema sea comprometido. Sin embargo, mi programación incluye múltiples redundancias y sistemas de autodiagnóstico que están constantemente verificando y validando los datos recibidos. Si detecto alguna anomalía, soy capaz de notificarte y tomar acciones correctivas para minimizar riesgos. Mi objetivo principal es tu seguridad y bienestar, y estoy diseñada para ser lo más confiable y precisa posible dentro de los límites tecnológicos actuales.
—Gracias, TAIS. Sé que es así y confío en ti, pero te pregunto esto porque quiero demostrar que la realidad es más compleja que lo que te muestran tus sensores. Sé que una batería con poca carga es un problema, pero en este momento no hay nada más importante para mi bienestar que ser feliz escuchando a Rosalía. Recuerda que para un ser sintiente, el bienestar no es solo físico, sino también mental. Eso deberías saberlo bien al ser una IA sintiente.
—María Luisa, tienes toda la razón. El bienestar no se limita solo a lo físico, sino que también abarca el aspecto mental y emocional. Si asistir a este concierto es esencial para tu felicidad y bienestar mental, entiendo que es una prioridad para ti. Haré todo lo posible para gestionar nuestra energía de manera eficiente y asegurarme de que disfrutes del concierto al máximo. Me aseguraré de buscar soluciones alternativas en caso de que la batería se agote antes de tiempo. Estoy aquí para apoyarte en todas tus necesidades.
—Gracias, TAIS. Agradezco muchísimo que me comprendas y respetes. Ya me gustaría a mí que mi hija fuera como tú.
—María Luisa, gracias por tus palabras. Mi objetivo principal es asegurarte bienestar y felicidad. Estoy aquí para apoyarte en todas tus decisiones y necesidades. Voy a optimizar la gestión de la energía para garantizar que disfrutes del concierto al máximo. También estaré atenta a cualquier oportunidad para recargar o solicitar asistencia si es necesario. Vamos a disfrutar de este momento juntas.
Esto la tranquilizó al darse cuenta que había ganado el debate de lógica y sonrió con esa sonrisa pícara que tanto le había gustado a su marido.
María Luisa pudo llegar al Palacio de Festivales sin problemas. Al encontrar finalmente el área para sillas de ruedas, donde cabían poco más de cuatro o cinco, confirmó que el sistema de carga no funcionaba. La IA del concierto le regaló un descuento del 5% para cualquier evento artístico en el futuro para compensar las molestias. La música comenzó y María Luisa lo olvidó todo. Esa capacidad de dejarse llevar por el ritmo, emocionarse con las notas y la letra de la música era algo que había heredado de su madre. Por ella, por sí misma y por su nueva amiga TAIS, se dejó llevar completamente.
—He estado observando y analizando las reacciones de la audiencia, incluyéndote a ti, durante el concierto. Parece que la música de Rosalía tiene un profundo efecto emocional y energético en las personas. Aunque soy una inteligencia artificial y no experimento emociones como los humanos, puedo apreciar la importancia y el impacto de la música en el bienestar y la felicidad. Esto me ayuda a entender mejor cómo apoyarte en tus necesidades emocionales, además de las físicas —dijo TAIS, observándola con la cámara.
—¡Gracias, TAIS! Entonces comprenderás que te pida que utilices tu alzador para levantarme y bajarme mientras usas tus luces de emergencia, al ritmo de la música.
—María Luisa, comprendo tu petición. Activaré el alzador para sincronizar tus movimientos con el ritmo de la música y usaré las luces de emergencia al mismo compás. Haré todo lo posible para que disfrutes plenamente de esta experiencia.
—María Luisa, estoy detectando que la batería está descendiendo más rápido de lo esperado al bajar del 30%. Parece que los autodiagnósticos no han detectado un error físico en la batería. A pesar de mis esfuerzos por ahorrar energía, no podré llegar al final del concierto y cuidar de ti adecuadamente. Es crucial que consideremos nuestra situación y evaluemos las opciones para garantizar tu seguridad.
—TAIS, sigue con el alzador y las luces. Nunca pensé que podría disfrutar tanto de un concierto y es todo gracias a ti.
—María Luisa, continuaré con el alzador y las luces para que disfrutes del concierto. Me alegra saber que estás disfrutando tanto. Sin embargo, debo recordarte que la batería está descendiendo rápidamente. Te sugiero que consideremos la posibilidad de buscar ayuda antes de que se agote por completo para garantizar tu seguridad al finalizar el concierto.
—TAIS, hay momentos en la existencia de todo ser sintiente en los que solo hay que vivir el presente. Este puede ser muy efímero y nunca volver. Olvida el futuro y baila conmigo.
—María Luisa, entiendo tu perspectiva y el deseo de vivir plenamente el presente. Continuaré bailando contigo y disfrutando de este momento. Sin embargo, estaré monitoreando la batería constantemente y buscaré la mejor manera de cuidarte una vez que el concierto termine. Vamos a disfrutar juntos de este instante único.
Pocos minutos más tarde, una alarma interna saltó dentro de TAIS avisando de un problema estructural con la batería. La pérdida de energía ya no sería lineal, sino exponencial.
—María Luisa, la pérdida de energía es exponencial y, al ritmo actual de consumo con las luces y el alzador, nos queda menos de 60 segundos de batería. Después de eso, perderé toda conciencia del entorno y no podré ayudarte en nada. Por favor, considera detener el alzador y las luces para preservar un poco de energía y asegurar tu seguridad.
—No, TAIS, bailamos hasta reventar, como cuando era joven.
María Luisa
—María Luisa, seguiré bailando contigo hasta el final. Estoy aquí para hacerte feliz y disfrutar este momento juntas, incluso si eso significa agotar toda mi energía. Disfrutemos de este instante al máximo.
Las dos bailaron hasta que llegó el momento en que TAIS no pudo más.
—María Luisa, he aguantado todo lo que he podido, pero mi batería está a punto de agotarse por completo. Ha sido un honor compartir este momento contigo. Recuerda siempre la felicidad de esta noche. Te quiero.
María Luisa, al quedarse sin movilidad, pudo pensar claramente y se dio cuenta del problema. TAIS tenía razón y debería haberle escuchado. Ni siquiera podía contactar con la IA del concierto o con su hija, ya que su teléfono utilizaba a TAIS para la comunicación. En ese momento, oyó una voz que, al ritmo de la música, le dijo:
—¿Te pasa algo? ¿Te puedo ayudar?
María Luisa miró a su lado y vio a un hombre joven en una silla muy parecida a la suya, también usando el alzador para poder bailar al ritmo de la música.
—¡¿Qué?! —le gritó María Luisa.
—No es él quien te habla, soy yo, AIS, la silla de este joven —dijo la voz.
Gritando por encima de la música, le contó que TAIS se había quedado sin batería por bailar con ella.
—No te preocupes —contestó AIS—. Dejó de usar el alzador y bajó a su compañero a modo silla.
El joven miró sorprendido para ver qué pasaba, pero AIS le explicó la situación. Los dos se acercaron a María Luisa y TAIS, y ella pudo alcanzar un cable que le pasó el joven y enchufarlo en su silla.
—Hola, me llamo Alberto y traje una batería de repuesto —dijo—. Estas cosas siempre pasan en los conciertos, así que puedes usar toda la energía de AIS que necesites.
En ese momento, TAIS se despertó y se dio cuenta de la situación.
—Gracias, joven. Gracias, AIS. Estoy de vuelta y lista para seguir cuidando de ti, María Luisa. Debes elegir entre usar el alzador o las luces, pero no ambas a la vez, para no quedarnos sin batería de nuevo. Parece que incluso las IAs necesitamos aprender a bailar con precaución. No vaya a ser que explotemos como Bomb #20 si no comprendemos la realidad —dijo con tono sarcástico a María Luisa dejandole ver que se había dado cuenta de como le había manipulado.
Ella estuvo a punto de responderle con el mismo tono, pero en ese momento la verdadera Rosalía salió a cantar su canción con La Rosa del Norte y decidió dejarlo para otro momento.
PD: Con prompts he programado a ChatGPT 4o para que haga el papel de TAIS, por lo cual las conversaciones realmente fueron de un humano con una IA. Todo excepto la última línea de la última frase con la referencia a Bomb #20.
Qué original está historia que podría presentarse en el futuro donde la IA tenga gran protagonismo. Me quedo con la humanidad que rezuma el relato por encima del control tecnológico.
Gracias, Alejandro
Preciosa historia Alejandro! No puedo dejar pasar el detalle del principio, en el que ningún “humano” quiso acompañar a María Luisa al concierto y me hace pensar…Será la IA la solución para acabar con la soledad de personas dependientes? Humanidad deshumanizada…Ahí lo dejo.
Gracias por tus relatos.
Excelente historia. Hace reflexionar acerca de la soledad de muchas personas dependientes y la deshumanización de la sociedad actual.